Un adiós al maestro Ramón Navarro: La voz que se hizo chacarera y corazón de La Rioja

Hoy, el folklore llora y La Rioja se viste de silencio. Este sábado por la mañana, nos dejó a los 91 años Ramón Navarro, el “duende” de Chuquis, el cantor que hizo de su tierra una melodía eterna. Es difícil decir adiós a un hombre que no solo compuso canciones, sino que tejió historias, pintó paisajes con su voz y nos regaló un pedacito de su alma en cada verso.
Ramón, nacido en La Rioja en 1934, llevó a Chuquis, su “querencia eterna”, en cada fibra de su ser. Creció rodeado de música, el mayor de siete hermanos, todos cantores y guitarristas, un verdadero semillero de arte. Sus primeros pasos los dio junto a su hermano Lucio, inspirados por un padre cantor, en un dúo familiar que ya auguraba la grandeza que vendría.
Fue un autodidacta apasionado, un músico que supo capturar la esencia de su tierra en cada nota. Canciones como “Chayita del Vidalero”, “Coplas del Valle”, “Patios de la Casa Vieja” o “Mi Pueblo Azul” (convertida en himno de su Chuquis natal) son hoy clásicos que resuenan en cada guitarreada, en cada fogón, en cada corazón argentino. No solo eso, puso música a la poesía de grandes como Manuel J. Castilla y Héctor David Gatica, demostrando su sensibilidad y su profundo respeto por la palabra.
Su voz inconfundible también le dio vida a obras monumentales. Fue la voz solista de “Los Caudillos” de Ariel Ramírez y Félix Luna, una interpretación que quedó grabada a fuego en la memoria colectiva. Y cómo olvidar “La Cantata Riojana”, con letras de Héctor David Gatica, una obra cumbre que repasa la historia de nuestra provincia, desde su fundación hasta hoy, y que nos llenó de orgullo en cada una de sus presentaciones. Recordamos con cariño ese homenaje a fines de 2024 en La Rioja, donde Ramón, emocionado, presenció al Coro de Niños Cantores interpretar su amada Cantata.
Durante once años, Ramón fue una de las voces de Los Cantores de Quilla Huasi, llevando la música argentina por el país y el mundo. Más tarde, junto a su hijo homónimo, formó el grupo Arraigo, dejando claro que la raíz y el legado eran fundamentales en su vida.
Pero Ramón Navarro fue mucho más que un músico. Fue un poeta, un historiador, un defensor de sus raíces. En 2014, Chuquis, su “Pueblo Azul”, le rindió el más hermoso de los homenajes: sus calles fueron rebautizadas con los nombres de sus canciones, un tributo vivo a su inmortalidad artística.
Recibió innumerables reconocimientos: el “Famatina de Plata”, el “Reconocimiento al Mérito Artístico”, fue declarado “Ciudadano Ilustre” de su ciudad natal y de la provincia. El Fondo Nacional de las Artes le otorgó el “Premio a la Trayectoria”, y la Cámara de Diputados de la Nación lo reconoció por su invaluable aporte. Cada uno de estos galardones es un testimonio del inmenso cariño y respeto que supo cosechar.
Hoy, aunque su voz se apague físicamente, su canto perdurará. Las melodías de Ramón Navarro seguirán sonando en cada rincón de La Rioja, en cada patio, en cada guitarra. Se fue el maestro, pero nos queda su obra, un tesoro que nos seguirá conectando con la esencia de nuestra tierra y con la profunda humanidad de un artista que amó, cantó y vivió para su “querencia eterna”.
Despedimos al maestro Ramón Navarro este sábado 14 de junio, de 16 a 21hs, en el 1° piso de Sadaic, Salón Noble, Buenos Aires. Un momento para agradecerle, para recordarlo y para seguir celebrando su vida y su música.
Patios de la Casa Vieja